Reflexión critica

Reflexión critica

Reflexión Critica, sobre pensamientos y actitudes en el matrimonio

 

 

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“Es tu problema”

El amor matrimonial es un amor comprometido de querer quererse para toda la vida. Para ello la voluntad necesita conocer todo lo que tiene que procurar para descubrir y profundizar esta verdadera esencia del amor matrimonial.

Es la que nos llevara a vivir un matrimonio en plenitud, donde el principal objetivo es querer el bien del otro en cuanto otro, que se entrega por amor, y en esa misma proporción crece como persona, sin buscarlo en absoluto, se siente feliz y dichoso.

Un amor enamorado, que es altocentrico, que está centrado en la persona del otro, donde todas sus cosas, pasan a ser nuestras. Es un amor dependiente y entregado, porque piensa en la persona amada, no como «un» algo que le reporta o le da, sino que se ve a sí mismo, fuera de sí mismo .

 «Te quiero como el primer día»

 La  principal cualidad de este amor es llegar a querer al final con la pasión del principio, pero aquilatada con la experiencia, el conocimiento mutuo, la entrega de los años, que hacen una pasión más honda.  La voluntad es la encargada de dirigir esas pasiones hacia el amor, hacia la persona amada, avivándola y enriqueciendola  un día tras otro, con ese amor perspicaz e inteligente, que nos reporta el estar enamorados. La pasión nos agudiza la inteligencia al amor. Por eso debemos volver una y otra vez a mirarnos en la fase del enamoramiento  como en un espejo a lo largo de toda la vida matrimonial.

Pero esta fase a su vez debe de ser envuelta por la voluntad, por la razón, que nos lleva precisamente a querer más y más con todo lo que somos, cuerpo, afectos y voluntad.

“Contigo pan y cebolla”

Cuando el enamoramiento invade a la persona (un enamoramiento intenso), en el organismo del enamorado se desencadena una respuesta neurofisiológica, que incluye la liberación en el cerebro de una droga natural, generada por el propio organismo: la feniletilamina. Esta sustancia tiene las propiedades farmacológicas de la anfetamina: causa “síntomas de amor” como el insomnio y la inapetencia, y suprime la sensación de fatiga.

Pero, a lo que iba, la feniletilamina induce al sujeto a sentirse también resistente a la fatiga, a la sed y al hambre. Esa es la razón por la que “siente”, literalmente, que si está en compañía de la persona amada, no necesita medios materiales para sustentarse. De ahí el refrán castellano: Contigo, pan y cebolla.

Expresión con que ponderan su desinterés los enamorados y que se utiliza a modo de promesa de mantenerse juntos más allá de las dificultades por venir.

 “Solo es capaz de perdonar el que sabe amar”

Todo el que ama sufre alguna vez por causa de la persona amada.  Sino se quiere sufrir, no se puede amar.

Perdonar es amar intensamente. El poeta Werner Bergengruen ha dicho que el  amor se prueba en la fidelidad y se completa en el perdón.Una persona sólo puede vivir y desarrollarse sanamente, cuando es aceptada tal como es, cuando alguien la quiere verdaderamente, y le dice: «Es bueno que existas». Hace falta no sólo «estar aquí», en la tierra, sino que hace falta la confirmación en el ser para sentirse a gusto en el mundo, para que sea posible adquirir una cierta estimación propia y ser capaz de relacionarse con otros en amistad. En este sentido se ha dicho que el amor continúa y perfecciona la obra de la creación.

Amar a una persona quiere decir hacerle consciente de su propio valor, de su propia belleza. Una persona amada es una persona aprobada, que puede responder al otro con toda verdad: «Te necesito para ser yo mismo»Cuando,  concedemos el perdón, ayudamos al otro a volver a la propia identidad, a vivir con una nueva libertad y con una felicidad más honda.

Hay que perdonar siempre, porque siempre todos queremos y necesitamos ser perdonados.

 “El amor verdadero no siempre se siente: se practica”

Se puede llamar amor a una sensación placentera y en el fondo egoísta o a la entrega más generosa y desinteresada.

Por eso los griegos, que eran muy listos empleaban tres palabras diferentes para hablar del amor: eros, filos y ágape. Y para que el amor matrimonial sea perfecto deben estar presentes las tres modalidades.

En el primer caso con la palabra eros se hace referencia al amor físico, a la atracción corporal. No deja de ser algo imprescindible como motor de arranque. Si no existiera esta dimensión del amor, el matrimonio se haría muy poco apetecible y un poco cuesta arriba. Pero evidentemente esto no lo es todo e incluso a veces resulta muy engañoso, de tal manera que si sólo existe este tipo de amor, una vez que se acaba esta emoción parece que se acaba todo.

Hay una segunda modalidad, el filos o la filia que añade el componente de la amistad. Es imprescindible que los esposos sean buenos amigos, que les guste hablar, dialogar, conocerse, ayudarse. La verdadera amistad tiende siempre a ser bastante más duradera que la mera pasión física.. Casi nada, ser buenos amigos. Por eso todo esfuerzo en cultivar la amistad será poco si se quiere que el amor matrimonial sea duradero.

Pero hay una tercera palabra para hablar del amor que no podemos olvidar de ninguna manera y que en griego se dice ágape y traducido al castellano caridad. Quizá alguien pueda pensar que caridad es solamente algo así como dar una limosna o compadecerse del necesitado y que tiene poco que ver con el amor de pareja. Pero la verdadera muerte del amor matrimonial es cuando desaparece la caridad con el otro miembro de la pareja; cuando uno ya no es capaz de amar sin esperar nada a cambio, cuando uno no es capaz de perdonar, de entregarse, de sufrir por la otra persona.  Por cierto que aquí no puede uno dejarse llevar simplemente por un impulso instintivo, sino por un acto de voluntad, solo posible en la medida en que exista calidad humana y espiritual en la persona.

«La persona que pretende amar con autenticidad no es aquella que busca ser amado, por que es útil que existas para mi, porque me procura placer disponer de ti, o porque me es necesario que existas para satisfacer mis carencias. Se dispone al amor de verdad quien afirma de la persona amada, que bueno que existas en ti y por ti misma y me entrego para ayudarte a llevar a la plenitud lo mejor de ti misma. Su entendimiento ha percibido profundamente el valor intrínseco del otro y su voluntad le abre a darse al otro en la tarea de perfeccionar la realización de su valor intrínseco. (Carlo Caffarra)

 “Me he formado a fondo no voy a tirar todo por la borda… Los hijos vendrán después”

 El verdadero amor conyugal está abierto a la vida, a la fecundidad.

Los aspectos unitivo y procreativo de la unión marital, están tan íntimamente relacionados, tan mutuamente referidos, que resultan indisociables. Si suprime deliberadamente del acto conyugal el poder de dar vida, se destruye inevitablemente, al mismo tiempo, su poder de significar el amor y la unión propios del matrimonio. El acto conyugal es considerado como el acto de autodonación mutua entre los esposos, es la expresión más distintiva del amor marital.

La significación del acto conyugal no es transeúnte, permanece.  Este encuentro conyugal, no es un simple contacto, una mera sensación, sino una comunicación, una donación y una aceptación, un intercambio de algo que representa de un modo totalmente singular el don de la persona y la unión entre dos personas. No es la participación en un mismo placer, sino no la participación en un poder, que es extraordinario, porque esta intrínsecamente ordenado a la vida, a la procreación. Hay un intercambio real: masculinidad, feminidad conyugables y como testimonio de su relación conyugal y de su intimidad de su unión conyugal, queda la semilla del marido en el cuerpo de la mujer.

Por medio de cada acto de verdadero trato sexual, cada esposo es  “confirmado” en su condición singular de ser marido o mujer del otro. Al querer despojar el acto conyugal de su fuerza procreativa, se le esta privando de su intimo significado unitivo. La contracepción en el acto marital es una especie de auto-decepción, una mentira. El amor conyugal puede verse amenazado a causa de esta conducta. El verdadero amor conyugal se consolida y se enriquece en la apertura a los valores de la vida. Marido y mujer se unen en el conocimiento y amor mutuos, no solo espiritual, sino también corporal. Reservarse algo en secreto a cualquier nivel físico o espiritual es poner en grave riesgo la intimidad conyugal. La plenitud de autentica donación sexual, solo se alcanza en un acto conyugal abierto a la vida.

Las dificultades de muchos esposos para criar y educar un numeró elevado de hijos, con una  paternidad restrictiva, si se encauza sobre la inseparabilidad entre la dimensión unitiva y procreativa del acto conyugal, utilizando los periodos de infecundidad natural femenina, siempre y cuando haya razones serias para ello, no falsearan, no harán de su amor una mentira, todo lo contrario, la continencia periódica en el uso del matrimonio, lejos de enfriar el amor, contribuye a acrecentarlo al compartir gozos y sufrimientos y fomenta un dialogo personal y esponsal que acrisola su amor, despejándolo de egoísmos particulares.

 

 

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